Responder a la pregunta 1 (Organización de ideas) de estos tres fragmentos
Telarañas
cuelgan de la razón
en un paisaje de
ceniza absorta;
ha pasado el
huracán de amor,
ya ningún pájaro
queda.
Tampoco ninguna
hoja,
todas van lejos,
como gotas de agua
de un mar cuando
se seca,
cuando no hay ya
lágrimas bastantes,
porque alguien,
cruel como un día de sol en primavera,
con su sola
presencia ha dividido en dos un cuerpo.
Ahora hace falta
recoger los trozos de prudencia,
aunque siempre
nos falte alguno;
recoger la vida
vacía
y caminar
esperando que lentamente se llene,
si es posible,
otra vez, como antes,
de sueños
desconocidos y deseos invisibles.
Tú nada sabes de
ello,
tú estás allá,
cruel como el día;
el día, esa luz
que abraza estrechamente un triste muro,
un muro, ¿no
comprendes?,
un
muro frente al cuál estoy sólo.
Luis Cernuda, Los placeres prohibidos
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Hoy pienso, Padre, que me
llamó la atención algo que le distinguía de los demás: era un niño triste pero
con una serenidad extraña para su edad. En sus juegos sin discordia, en su
obediencia sin sumisión, en su interés por aprender y su orgullo por saber, en
su silencio... Quizá su infancia me recordó la mía y quise revivir en aquel
párvulo el niño que yo fui. Pensé que sería un buen pastor en nuestra Iglesia.
¡Ay de mí! Noté algunas otras diferencias: recuerdo que, cuando todos los
alumnos en fila, antes de salir del colegio, formaban marcialmente y entonaban
el Cara al sol al atardecer como despedida de una jornada de jubiloso
aprendizaje, Lorenzo no compartía el espíritu de Flecha que sus compañeros
demostraban. Mantenía, sí, la compostura, pero un día me acerqué a él
sigilosamente por detrás y advertí con sorpresa que mantenía el brazo en alto,
movía los labios, pero no cantaba. ¡Le pedíamos amor a su Patria y nos devolvía
su silencio!
Le castigué a no abandonar
aquel patio si no cantaba el himno completo, pero no cantó. Se mantuvo erguido
y con el brazo en alto aunque ni siquiera comenzó la primera estrofa. No sé si
prevaleció en mí la ira por su rebeldía o la dicha por la oportunidad de
doblegar con mi autoridad a un hijo impío de un siglo sin fe. «¡Canta», le
ordené, «es el himno de los que quieren dar la vida por su Patria!»
«Mi hijo no quiere morir por nadie, quiere
vivir para mí», dijo una voz suave y melosa a mis espaldas. Me volví y era
ella.
Alberto Méndez, Los girasoles ciegos
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A mi amigo le tocó
hacerse cargo de los divorcios en una época y en una familia en la que esas
cosas no pasaban. Buscar abogadas para la hermana o el hermano, explicárselo a
los padres, proteger a los sobrinos del vendaval emocional y animar las cenas
de Nochebuena normalizando la nueva realidad. Luego le tocó cuidar del primo
yonqui que arrasó con lo que había en la casa familiar, que dejó muda de dolor
a la abuela, lo sacó de la cárcel tras el último atraco en una farmacia, vivió
con él los tratamientos de desintoxicación, las fugas, las recaídas, la
hepatitis, la salvación final.
A las amigas de mi amigo les tocó acompañar a abortar a su
sobrina mayor y entrar acojonadas a la clínica porque dos policías vigilaban la
entrada cercana de una embajada. Y entonces el aborto no era una opción libre.
A él le tocó también ser el primero en conocer a la pareja gay del tío soltero,
fue él quien le animó a salir del armario, a presentarlo en casa, a que poco a
poco los pequeños empezaran a llamarlo tío también.
Y cuando se aprobó la ley del matrimonio igualitario organizó
con ellos aquella boda tan llena de emoción como de dificultades familiares y
se encargó de que los mayores encontraran su sitio en aquel jolgorio que no
entendían. Más recientemente, le ha tocado estar atento a los descalabros que
la crisis iba provocando en esta casa y en aquella, tapando agujeros y sin
Gordo de la Lotería.
Mi amigo no monta un belén en su casa en estas fechas, como dice
Teodoro García Egea, el nuevo secretario general del PP, que hacen los
españoles. No, mi amigo no monta un belén, pero no conozco a nadie que haya
hecho más por la familia española que él. Acumula, como todos a cierta edad, una
buena colección de fracasos y estropicios, está lleno de contradicciones, vive
razonablemente feliz con su pareja, atiende a hijos de varios matrimonios,
suyos y de ella, y esta semana no sale de la cocina. Español, muy español, un
gran español.
Pepa Bueno, El País, 25 de diciembre 2018